

Para ser considerada trapense, una cerveza debe estar elaborada dentro de un monasterio y bajo la vigilancia de la propia comunidad monástica cisterciense. Estas exigentes condiciones hacen que, a día de hoy, solo existan 12 cervezas agrupadas bajo el sello certificado Trappist. Una de ellas es la Achel Brune, elaborada directamente por los monjes de la abadía de Saint-Benoît, en Bélgica.
Esta espectacular cerveza artesana presenta un color ámbar oscuro, con espuma densa y abundante, de gran persistencia. Entre los aromas dominan las maltas, matizadas con toques florales y de madera. En cuanto a su sabor, como todas las cervezas trapenses, es plena, compleja y ligeramente picante, con un final especiado, algo amargo.